Nerea GOTI

Precariedad laboral, la otra cara de los museos de Bilbo

Estrellas de la nueva urbe, bandera de la regeneración urbanística, y principales atractivos de un turismo en alza, su calidad y su proyección internacional están fuera de toda duda. Sin embargo, dos conflictos laborales de puertas adentro de las dos pinacotecas más representativas de Bilbo han puesto al descubierto que no es titanio todo lo que reluce, que una parte esencial del servicio, la que afecta a quienes atienden personalmente a los visitantes, los rostros humanos de los museos, no siempre pueden alardear de los pinacotecas en las que trabajan, no al menos en lo que a condiciones laborales se refiere.

Protesta realizada para denunciar la situación de los trabajadores. (ARGAZKI PRESS)
Protesta realizada para denunciar la situación de los trabajadores. (ARGAZKI PRESS)

El conflicto estalló primero en el Bellas Artes. Parte de su personal, el contratado a través de la subcontrata Manpower Group, se plantó ante unas condiciones laborales «de enmarcar». Tras 41 días de huelga, consiguieron que sus principales reivindicaciones fueran atendidas y abandonaron la movilización, pero su lucha dejó huella, en la medida que puso al descubierto una realidad deconocida.

Su movilización en la calle, con grandes dosis de creatividad, como aquella recreación del «circo» en el que vivían laboralmente hablando, se plasmó en lemas que quedaron grabados como «mi nómina es un show» y «en el museo, siempre en la cuerda floja». Describieron cargas de trabajo de personal que atendía la tienda y debía ocuparse también de atención telefónica y al cliente, pedidos, cobros, reposición... y empleados que «con una sonrisa y hablando en varios idiomas» tenían «un sueldo de...».

Relatos como «trabajo 40 horas semanales festivos y fines de semana por el módico sueldo de 880 euros en 12 pagas prorrateadas» o «llevo 15 años en el museo y en cada licitación pública, mi puesto está en peligro» no eran solo lemas, eran testimonios directos de su vida laboral y por tanto, personal, solo algunos ejemplos de lo que vivieron como una dignidad pisoteada a diario mientras trabajaban entre veneradas obras de arte.

En el Guggenheim

Casi simultáneamente al acuerdo alcanzado en el Bellas Artes, sus compañeros de empresa en el Museo Guggenhemin iniciaban un camino propio de lucha para reclamar estabilidad laboral y mejora en sus condiciones de trabajo. Estabilidad, porque próximo el contrato a su fin, la nueva empresa subcontratada no tenía obligación de subrrogar a estos trabajadores y porque el contrato concluía con el mes de setiembre y estaba próxima una nueva liictación.

En este caso no hubo acuerdo, la mayor parte de los dieciocho trabajadores., empleados y empleadas con reconocida cualificación, con varios idiomas, experiencia y disponibilidad horaria se encontraron de un plumazo en la calle. Los gestores de la pinacoteca decidieron que con tres trabajadores podían hacer frente al servicio.

«Trabajábamos para el Departamento de Educación del museo, en general nos ocupábamos de las visitas guiadas, talleres, visitas de grupos especiales ...y los orientadores, que son esa figura que con distintos nombres y formatos son típicas de los museos de primer nivel, y que se ocupan de explicar el significado de las obras, responder preguntas o resolver dudas de los viistantes...», explica Jon López, uno de los trabajadores despedidos. Según cuenta, entre ellos había personas con 12 años de antigüedad en este servicio, en su caso eran tres años, y en tres años firmó tres contratos.

Las movilizaciones llegaron con el verano, pero los primeros contactos con los responsables del museo venían de febrero. Con la pelota pasando de manos del museo a Manpower, pronto comprobaron que ningún estamento iba a asumir su responsabilidad para con los trabajadores.

Con la perspectiva ya de varios meses fuera del museo, recuerdan los afectados que salieron a la huelga a finales de julio «para causar el mínimo perjuicio al museo, porque mayo y junio son los meses con más actividad en el área de educación, suele haber muchos grupos mañana y tarde», que los meses pasaron sin siquiera un acercamiento a sus reivindicaciones, tampoco por parte de las instituciones que forman parte del Patronato –Ayuntamiento de Bilbo, Diputación vizcaina y Gobierno de Lakua– a los que formaciones de la oposición interpelaron en varias ocasiones para que intercedieran en favor del colectivo afectado.

De 18 a 3 trabajadores

«Mandamos cartas a todas las instituciones solo nos respondió Aburto, por carta, diciendo que nos arreglaramos con la Fundación Guggenheim», tal y como recuerdan. El jarro de agua fría llegó a finales de agosto, cuando en una reunión se les comunicó que Museo Guggenheim e instituciones habían decidido no renovar el contrato con Manpower y emplear directamente a tres personas. Y de ahí en adelante, la constatación de que es imposible mantener el servicio anterior con tres personas.

A puertas del 20 aniversario de la ilustre pinacoteca, quienes hasta hace poco han sido parte de su plantilla tienen claro que el museo no tiene más salida que «recortar servicios, tirar de eventuales o ambas cosas» y según cuentan, ya se han publicado en algunos medios anuncios de contratación de personal temporal.  

Ahora que un gran número de iniciativas celebran la llegada de la efeméride del museo bilbaino con mayor poyección, quiene vivieron su esplendor pero también conocieron cómo trabaja en su trastienda, no han tenido voz hasta que pusieron sus reivindicaciones en la calle. Opinan que es cierto que el Guggenheim pude exhibir números para hacer un buen balance de su actividad, pero hay dos cuestiones de las que no puede alardear. Según subrayan, la pinacoteca no ha sido altavoz ni motor de «arte y cultura locales» ni puede exhibir la creación de empleo de calidad.

Afirman quienes reivindicaron que sus contratos atendiesen al menos la categoría que correspondía a su formación y funciones que muchas veces se destaca que es el museo con mayor número de trabajadores en plantilla y es real «pero solo en parte», porque proporcionalmente es muy baja, «dentro de la plantilla habrá del orden de 97 personas sí, pero alrededor del 80% trabajan para subcontratas», según indican.

«El mismo museo está continuamente en un proceso de blanqueo a través de su política de comunicación, en la que hablan sin parar de excelencia, algo que los responsables de recursos humanos nos llegaron a decir hasta a nosotros, en una especie de política de alienación», explica López, para quien entre la ciudadanía es reconocido el efecto Guggenheim y la proyección de Bilbo y de Euskal Herria que representa, pero no todo el país lo toma aún como algo propio y, de hecho, señalan que vieron que el público entendió la situación en la que vivían como trabajadores pese a ese halo de estrella de la pinacoteca.