NAIZ

Esther Ferrer muestra en el Guggenheim sus etéreas y originales obras

La artista donostiarra Esther Ferrer pionera y una de las principales representantes del arte de la performance, muestra en el Museo Guggenheim sus etéreas, originales y, en ocasiones, divertidas instalaciones.

La artista donostiarra Esther Ferrer. (ARGAZKI PRESS)
La artista donostiarra Esther Ferrer. (ARGAZKI PRESS)

La exposición, titulada ‘Esther Ferrer, espacios entrelazados’ y que se podrá ver en la sala 105 del museo Guggenheim del 16 de marzo al 10 de junio, está compuesta por once instalaciones, algunas de ellas realizadas a finales de los años 70 y el resto, recientemente.

Nueve de las obras son inéditas para el gran público, ya que aunque la artista las había diseñado en maquetas, nunca se habían llevado a la práctica hasta ahora y las otras dos, la titulada ‘Proyectos espaciales sobre muro’, de 1977, y ‘Las risas del mundo’ (1999), se han reconfigurado especialmente para esta exposición.

En cinco de sus originales y efímeras instalaciones presentadas en el Guggenheim, ya que todas ellas desaparecerán cuando termine la muestra y sólo quedarán en las fotografías y recuerdos de los visitantes, Esther Ferrer dibuja el espacio de la sala que las acoge a través de finos hilos colocados en sus paredes.

Estas obras, pertenecientes a la serie ‘Proyectos espaciales’, están hechas para que cobren vida y movimiento cuando el espectador las penetra y recorre, cambiando de perspectiva visual, ha precisado la artista guipuzcoana.

Otra de las sorprendentes y originales propuestas que presenta la artista donostiarra, reconocida con numerosos premios a lo largo de su extensa carrera artística, como el reciente Premio Velázquez de las Artes Plásticas, es la instalación bautizada como ‘Entrada a una exposición’.

Realizada con miles de plumas naturales de marabú blancas y negras, se trata de un pasillo de tres metros completamente plagado de plumas que el espectador que lo desee podrá recorrer, completamente a oscuras y envuelto por ellas.

Por este motivo, Esther Ferrer opina que «la mejor manera de atravesar este pasillo es desnudo porque de lo que se trata es de que las plumas te acaricien y tengas una sensación placentera, sensual y te lleve a la exposición en un estado de ánimo perfecto a partir del cual tendrás que empezar a pensar» sobre lo que se ve en la sala.

El museo advierte de que esta instalación esta desaconsejada para aquellas personas que sufran de claustrofobia o alergia.

La instalación más divertida es la titulada ‘Las risas del Mundo’, una obra que ideó en 1999 para una propuesta de la revista ‘Lápiz’ y que, para mostrarla en el Guggenheim, se ha reconfigurado con respecto al original.

Si a finales del siglo XX la proyectó con bolas de papel arrugado imitando bocas humanas en el momento de la risa, en el Guggenheim se han cambiado por tabletas electrónicas que reflejan la imagen grabada de bocas de personas reales que se ríen cuando el espectador se acerca a ellas.

Cada boca y risa pertenece a un país concreto del mundo que aparecen reflejados en un mapamundi colocado a modo de tapiz de suelo, por el que el espectador ha de deambular para activar las diferentes risas.

Esta instalación se completa con una sala adyacente en la que el visitante podrá grabar su propia risa durante un minuto, grabaciones que, a horas determinadas por el Museo, se reproducirán en la sala expositiva.

La muestra recoge también dos instalaciones protagonizadas por sillas, un elemento que no podía faltar en las obras de Esther Ferrer, quien ha confesado que es un mueble que le gusta mucho desde que comenzase su carrera en los años 70 porque «en él puedes ver reflejada a la humanidad a través de la persona que te imaginas sentada» y porque «además, sirve para sentarte Y descansar».

La muestra se completa con lo que Ferrer ha catalogado de «paisaje», denominada ‘Instalación con elementos eléctricos’ y construido con desechos de cables, bombillas, enchufes, etc recogidos de vertederos y esparcidos por el suelo que, tras acabar la exposición, volverán al basurero.

Ferrer ha indicado, en la presentación a los medios de su exposición, que «la inmensa mayoría» de sus instalaciones están hechas para que el espectador «las penetre y atraviese y que cada visitante busque y elija su propia perspectivas desde la que observarla».

«No es ninguna obligación hacerlo -ha advertido-, pero si alguien quiere disfrutar de las instalaciones -ha aconsejado-, la mejor manera de hacerlo es recorrerla y ver cómo los movimientos de las líneas se transforman a medida que el espectador se mueve».

«Es el publico quien les da el movimiento a la instalación y a la obra, que es de lo que se trata», ha rematado.